viernes, 24 de julio de 2009

ULTIMA PARADA


Aquella estación le era familiar, incontables eran las ocasiones en que por motivos de trabajo o de ocio había tenido que hacer uso de sus instalaciones con el único fin de alcanzar algún objetivo geográfico, esta vez su temeroso y frágil cuerpo le hizo vacilar, desconocía los motivos por los que se encontraba allí, pero no le prestó demasiada importancia. Debió ser la primera vez en la que tuvo dudas al emprender alguna acción, siempre había sido de los que piensan que hay que actuar y no perder el tiempo en divagar con pensamientos frugales o diálogos fáciles. A pesar de esto siguió hacia delante, con la cabeza erguida y el rictus relajado, recordaba a uno de esos elegantes equinos que campan a sus anchas por las llanuras porteñas.

Al alcanzar la primera esquina de la estación, un denso aroma a jazmín se mezcló con el olor de la noche, esa fragancia era diferente, novedosa, tampoco se cruzó con los pasajeros de anteriores ocasiones, caballeros trajeados apresurados por agresivos perros imaginarios, cenicientas buscando calabazas de metal y ruedas, oficinistas perdidos en pasillos infinitos… el panorama era de tranquilidad y pausa, sosegado, como en espera de alguna sabiduría inexplicable por llegar, apenas nadie se movía, parecía un dulce sueño, todos esperando algo o a alguien.

Desconocía la hora aunque imaginaba que era tarde, no había comido nada hasta ese momento, quizás, sospechando lo que se le avecinaba, su cuerpo empezaba a contraerse, vio un apetitoso manjar de chocolate y fresas, el favorito de su rubia, justo en una tienda frente al vagón por el que le correspondía alcanzar su futuro destino, dudó de nuevo, si lo hubiera visto antes habría quedado algo menos que el hueso de las fresas, pero la desgana le invadió. Se lo envolvieron y lo metió como pudo en un bolsillo. Pasó a acomodarse en uno de los vagones, y a esperar la llamada de salida del tren. Larga fue la espera, no terminaba de arrancar y nadie informaba del retraso, la puerta permanecía abierta pero nadie se bajaba, quizás, pensó, faltaba alguien importante por llegar.

Después de subir renqueante un último pasajero, las puertas neumáticas chirriaron sobre los rodillos de deslizamiento, se escuchó la fina música de los motores, cambiando de tonalidad, pasando de interpretar a un relajado Mozart al más impetuoso de los concertistas, las paredes vibraron fuertemente y el tren arrancó con ímpetu. El pasajero se sentó enfrente y se cruzaron las miradas, “debe ser un médico importante, goza de buena salud, no fuma puesto que su respiración es envidiable y su ropa todavía desprende esencias aromáticas mezcladas de geles y jabones franceses, será buena compañía” pensó.

El movimiento vibratorio y supuestamente armónico del tren, ejerció de poderoso somnífero de nuestro frágil protagonista, y al igual que en la conquista de Granada, cualquier resistencia hubiera sido inútil, soñó con una fastuosa rubia que le esperaba al bajarse del convoy, de larga melena y piernas bronceadas e interminables, no quería despertar pero una brusca parada le saco de su paraíso virtual, “como se llamaría la rubia?” gruñó.

Al despertarse, se dio cuenta de que había pasado la suficiente cantidad de tiempo como para haberse pasado varias veces de su destino, no tardó en preguntar por su parada a los pasajeros de la periferia, todos se encogieron de hombros, nadie había escuchado ese supuesto lugar, el supuesto médico tampoco, asi que le contó una larga historia que no entendió muy bien, profusa en detalles pero que almaceno en su cabeza por si la necesitaba en un futuro, era una historia complicada y casi de ficción.

Sin saber cómo, se encontraba hablando con un divertido personaje, se había sentado a su lado buscando quizás algo de compañía, le explicó que era catalán y que había pasado por la peor de las experiencias en la vida pero que el final había sido más feliz de lo que cualquiera hubiera podido imaginar y que su vida se había enriquecido y no a base de ingentes cantidades de dinero. Se despidieron aligeradamente puesto que se debía bajar en la próxima parada y no deseaba alargar más el viaje.

Aburrido de esperar buscó al revisor, de nuevo artículo la pregunta de la noche pero este buen hombre desconocía la parada, “ perdone” le espetó, “aquí todo el mundo llega a la última parada y de regreso cada uno se baja en la parada que le corresponde, siéntese y tenga paciencia que no queda mucho, aunque como usted bien sabe el tiempo es subjetivo”.

Decidió pasear y estirar las piernas, no sabía dónde iba pero era seguro que llegaría con gran retraso, decidió acercarse a un ventana a indagar el camino recorrido, fue, en ese momento, contemplando el oscuro paisaje exterior cuando aquella sencilla mujer le dedicó una dulce sonrisa, entrada en años ya, sus arrugas delataban algún sufrimiento, pero sus ojos eran jóvenes y mantenían un halo de esperanza vital. La conversación duró horas, básicamente iba en busca de su hija, una joven lolita deseosa de romper corazones y brillar como cuerpo celeste en el firmamento de su madre, después de contemplar su rostro en una foto no dudo que brillaría en todas las direcciones y en todos los ángulos, ella la esperaba en la última parada, así pues, ambos iban a hacer el camino juntos y se verían seguramente más adelante, “quizás la rubia y la chica están juntas y se cuidan como hermanas hasta nuestra llegada”.

El tiempo seguía su curso y el tren su rumbo, la espera en ese lugar se alargaba, “menos mal que la compañía era afable y entretenida” se dijo, en otro caso, la espera habría acabado con su paciencia, y su paciencia con sus uñas. Por curiosidad, se topo con alguien, estaba en otro vagón , era un joven muy apuesto y parecido a él, del norte, moreno, y su novia, melena caoba, y de belleza del sur pero con clara sangre norteña, le acompañaba casi no dejándole inspirar oxigeno, eran la pareja perfecta, ya habían hecho el trayecto previamente y su pose era serena, eso tranquilizó a nuestro personaje, siempre había pensado que hay viajes que hay que hacer solo, pero al verlos tan compenetrados supo que había estado equivocado, que mejor compañía que alguien que te quiere compartir nada más que con la luna.

De nuevo se sentó y volvió a quedarse dormido, fue un sueño más incomodo que los anteriores, en este, el apuesto joven con el que había estado hablando de historias de la vida, se quedaba en la última parada y su maravillosa novia regresaba desorientada sin saber muy bien el porqué, yéndose al Sur, a buscar la alegría que le faltaba en el sol y a disfrutar de los baños cálidos de amistad en sus innumerables costas andaluzas.

No quería soñar mas, así que saltó del asiento a tomar un capuchino triple (como el de los polis de las series americanas que sobresalen por encima del coche debido al enorme tamaño) se lo dispensaron en la triste cafetería del tren, justo al lado de los baños y en la que el camarero podía ser perfectamente primo del guardián invernal de la película el resplandor. Fue acabar con el café cuando le adelantaron un grupo de personas de bata blanca que aceleradamente querían bajarse del misterioso tren, pues este se había estacionado y una voz en off anunciaba fin del trayecto, se acercó a una ventana esperando a que se despejara la salida e intentó abrirla, quería respirar algo de oxigeno que le renovara los impulsos neuronales, el intentó fue infructuoso, estaba atornillada por tres de sus costados. Con este panorama cogió su maletín y bajó del tren, allí le esperaba una de las personas que más quería, la chica rubia espectacular del sueño, estaba más delgada que en el sueño pero su semblante era vivaz y alborozado, alegría rebosando por todos los poros, pelo corto y gracioso, un “te quiero gordo” se leía en su uniformado pijama azul, decidieron sentarse en un asiento metalico y oxidado a comerse el pastel de chocolate y fresas, el cual todavía conservaba buen aspecto, así que con este recibimiento ni se inmutó al contemplar en un cartel, sujeto por un único punto, junto a las ventanillas de venta de billetes, que la última parada se llamaba: linfoma.

martes, 9 de junio de 2009

RAQUELITA SE QUEDA A DORMIR


Ella se quedó alli, no pude evitarlo... a partir de esa noche comprendí que habia cosas que se escapaban a mi control, esa sensacion fue tan extraña y desgarradora..., seguí, respiré, vomité en un estrecho baño adyacente al puesto de control de la quinta planta, por primera vez algo se me escapaba de las manos y cedia, inevitablemente, resbalando por mis dedos como un castillo de arena, el cual, diariamente recompuse y al final de cada día volvía ceder...

La salida fue complicada, Dedalo un aficionado en construir laberintos, el laberinto de Creta?.... ni comparacion con salir de un hospital a media noche, toda una experiencia romuliana...me sentí un minotauro aquel dia a punto de devorar a la inocente primera victima que me ofrecieran en sacrificio, pude salir con mucho trabajo, las nauseas y mareos se repetian, las alucinaciones y voces en mi cabeza se agravaban y amplificaban...quizá no sali, a veces lo dudo, todavía no he salido, puede ser, tendré que imaginar unas alas mágicas para escapar hasta el sol, pero no de arena ni cera por lo que pueda pasar, quizas en algun rincon pueda encontrarlas....

Vagué y vague... durante una vida entera... hasta llegar a una oscura taberna desde cuya barra se divisaba la salida de un local de dudosa reputacion, disfrute un buen rato de la vista que ofrecían chicas saliendo y entrando, pedi algo para beber cuando despuntaron los primeros rayos de sol reflejandose en el brillante cristal de la botella. Buscaba algo sin saber lo que era, compañia, placer...seguramente una respuesta, una explicacion y un porqué.

Al llegar a casa en estado ebrio, pinche el pc, sin quererlo vi algo que yo no habia buscado, al instante cai rodando por el frio suelo, despertando a la mañana siguiente:

Los linfomas son un conjunto de enfermedades cancerosas que se desarrollan en el sistema linfático, que también forman parte del sistema inmunológico del cuerpo humano. A los linfomas también se les llama los tumores sólidos hematológicos para diferenciarlos de las leucemias.

La principal clasificación de los linformas los divide en dos tipos según su origen celular, evolución, tratamiento y pronóstico que son: Enfermedad de Hodgkin o linfoma de Hodgkin: Debe este nombre al médico que la descubrió Thomas Hodgkin en 1832. A partir de la década de 1990 la incidencia de la Enfermedad de Hodgkin va descendiendo.

Linfomas no-Hodgkins: Son un conjunto de linfomas diferentes al linfoma de Hodgkin del que existen múltiples clasificaciones. El linfoma no Hodgkin lo forman más de 30 linfomas diferentes. Al contrario que la enfermedad de Hodgkin la incidencia va en aumento a partir de 1990.